28 de julio de 2008

Camino del Corazón

Por Jorge Enrique Gasca

El siguiente relato narra uno de los episodios de la peregrinación efectuada hace algunos años por los desiertos de Zacatecas y San Luis Potosí.

El episodio sucedió justo a las puertas del desierto de Virikuta –tierra sagrada para los Huicholes- en el lugar que los peregrinos se confiesan….

Don Sebastián fue el guía –Marakame- de la caminata.

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Camino del Corazón

Don Sebastián miraba fijamente hacia el Cerro del Quemado…

Permaneció inmóvil más de dos horas. En su rostro tomaban voz las más disímbolas posibilidades del intento humano. Una profunda tristeza lo invadía por momentos, en otros la rabia contenida se desbordaba. Súbitamente una bondad indescriptible lo encendía; sin previo aviso lo tomaba por asalto el asombro del que mira por primera vez…

En círculo, los caminantes, peregrinos, lo mirábamos y acompañábamos sin movernos, sin hablar, extasiados por las sincronías del “presente” que tejían en “continuo” un canto de belleza indescriptible…

Siete días de caminata –fila india, silencio y ayuno- por los desiertos de San Luis Potosí y Zacatecas nos condujeron hasta esa cualidad de percepción, siempre “aquí” tan a la mano para los despiertos, pero tan escurridiza a los hijos de la prisa.

Sin dejar de mirar al Quemado Don Sebastián nos dijo lentamente con voz entrecortada:

"No tienen ni la menor idea del precio que ha tenido que pagar mi pueblo para que uno o dos de ustedes tomen conciencia de lo que significa convertirse en 'mujeres y hombres de conocimiento.'
Mi pueblo ha guardado y cuidado un tesoro de valor inimaginable a lo largo de por lo menos 2000 años. Es la tradición y el canto de nuestros ancestros y abuelos, el rostro-corazón indio de estas tierras.

La gente de su pueblo parece no comprender la importancia y transcendencia de completar de una vez por todas el proceso de mestizaje que empezó con la llegada de los españoles ¡La fusión entre lo indio y lo español apenas está empezando!

Esta fusión nunca llegará a completarse mientras ustedes no asuman la parte india que llevan en su sangre. Aunque no lo sepan aun se oye el canto del águila y el rugido del jaguar corriendo por sus venas.

Como hijos naturales del extranjero que violó y de la india que fue sometida, valoran y practican tradiciones de otros pueblos pero no se atreven a conocer y valorar la suya propia. Sienten vergüenza de su origen; o tal vez no se consideran dignos de recibir la herencia que por derecho les corresponde.

Los pueblos indios se están desmembrando y desapareciendo. Nuestros hijos ya no quieren vivir en la sierra, ni aprender el canto y 'el costumbre'. Ellos prefieren ir a Monterrey o al 'otro lado'. Aunque no queramos llegó el momento de compartir con algunos de ustedes el tesoro aquilatado a lo largo de tantísimos años."

Don Sebastián se volvió hacia el grupo de peregrinos y clavándonos la mirada nos dijo con gran contundencia:

"A ustedes como mestizos herederos les tocará la responsabilidad de cuidar y compartir el tesoro para bien de su pueblo, del pueblo indio y de todos los pueblos mundo. Este tesoro no pertenece a nadie en lo particular, es patrimonio de todos los hombres.

¿Acaso ustedes piensan que la tradición de mis abuelos no tiene los vuelos de la tradición cristiana o de la budista?

A ustedes, les pedimos que se hagan cargo por los menos unos 50 años mientras nosotros resolvemos nuestros desafíos.

¡Si no lo hacen será por cobardía!"

Ninguno de los peregrinos mestizos dijo ni media palabra. Las lágrimas que rodaban por nuestras mejillas caían como ofrendas en la tierra…

Después de una hora de silencio nos levantamos y continuamos el viaje hacia Virikuta…


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