La semana pasada tuvimos la oportunidad de escuchar en una conferencia a Don Lorenzo Servitje, fundador de Grupo BIMBO. Es un hombre con una vitalidad contagiosa, que a sus 90 y tantos años de edad, logró cautivar al auditorio, repleto de jóvenes universitarios, deseosos de aprender de uno de los hombres más talentosos y exitosos de México.
¿Qué aprendí de este encuentro con Don Lorenzo? En primer lugar, me impresionó su humildad. Silvia Cherem no tiene ningún reparo en decir que convencer a Don Lorenzo de publicar una biografía representó un esfuerzo titánico. Para Don Lorenzo una empresa declina cuando construyen un corporativo (señalando el suyo en Santa Fe), cuando escriben sus memorias (señalando a Silvia Cherem) y cuando compran un avión (lo que enfática y orgullosamente declara que Bimbo no ha hecho). Por lo tanto, escribir sobre su vida era un homenaje inmerecido. La condición que puso para que se publicaran fue que también aparecieran las biografías de su hermano, Roberto Servitje, y de otro de los socios fundadores, Jaime Jorba. Así se hizo y tenemos en el libro “Al Grano: Vida y visión de los fundadores de Bimbo” un testimonio del pensamiento y experiencias de estos personajes.
Con este pretexto, Don Lorenzo habla de lo que ha aprendido en su vida, de la necesidad de dejarse aconsejar por buenos compañeros, de reconocer que uno solo no puede lograr nada, que hay que aprender de los demás. Habla de la necesidad de tener grandes ambiciones pero sin dejar de crecer en lo personal y en lo espiritual. Ese es el sentido que da al “arriba y adelante”, buscar superarse siempre tratando de ser al mismo tiempo mejor persona. En su filosofía de vida y de trabajo es claro que considera que se puede tener éxito haciendo las cosas bien. Otra de las recomendaciones de Don Lorenzo fue no precipitarse al tomar decisiones, tener prudencia pues la prisa siempre es mala consejera. Sin embargo, también sugiere aprender a tomar riesgos calculados y a nunca darse por satisfecho.
En la sesión de preguntas tuve la oportunidad de cuestionarle sobre la manera en que él fue provocando su propio desarrollo personal, en que fue forjando su personalidad y sus virtudes. Su respuesta fue que él buscaba siempre reflexionar sobre cada una de las experiencias que vivía, aprender y sacar de ellas lo más valioso, tanto si fueron positivas como negativas. Fueron muchas las ideas, los consejos, las experiencias que compartió con nosotros en esa plática. Al final me quedo con la imagen de un hombre de trabajo, que frente a las crisis pensaba que sólo había dos opciones, levantarse en armas o levantarse más temprano. Él eligió la segunda, trabajando duro para construir no un negocio sino una empresa que como a un hijo vio crecer con orgullo.
¿De qué se arrepiente un hombre como él? Con la voz entrecortada respondió que se arrepentía de no haberle dedicado más tiempo a su esposa. Con esto quiero terminar esta reflexión, desde las lágrimas agolpadas en los ojos de un hombre que dedicó su tiempo a construir una empresa que muchos consideramos un modelo, sacrificando tal vez lo que era más valioso para él, la convivencia cotidiana con la persona amada. Gracias Don Lorenzo por sus enseñanzas, sobre todo por dejarnos aprender no sólo de sus logros sino de su fragilidad, pues para mi esa es la lección más importante que aprendo de usted. Al final lo más valioso es el amor... que no nos quedemos con la sensación de no haberlo disfrutado lo suficiente.