Lo que ha sucedido en los últimos días me deja un par de reflexiones que quiero compartir con ustedes. La primera, la importancia de valorar las cosas cotidianas que son parte de nuestras vidas pero que muchas veces damos por sentadas y ya ni siquiera disfrutamos, desde nuestra salud hasta la posibilidad de ir a trabajar o ir a la escuela. En esta vida, nada está garantizado, incluso aquello que nos parece inamovible… un día vas tranquilo a tus clases en la universidad, "como siempre", y al día siguiente no puedes hacer lo que normalmente hacías porque hay riesgo de una epidemia de una influenza desconocida... A veces, cuando muere alguien cercano de manera repentina, es una oportunidad de darte cuenta de lo frágil que es la vida. Sin embargo, ahora tuvimos como país la oportunidad de experimentar eso, y una pregunta es si aprenderemos algo, si hay la posibilidad de que esto nos ayude a ser mejores.
La segunda reflexión tiene que ver con la discriminación que han sufrido mexicanos en el extranjero y nuestro país en general ante la opinión pública mundial. En otras ocasiones en la historia, cuando otros grupos sociales han sido discriminados, ha habido motivos “racionales” para justificarlo, desde el holocausto de discapacitados, judíos, homosexuales, comunistas, entre otros en la Alemania Nazi hasta las leyes de segregación racial en Estados Unidos o Sudáfrica. En el transcurso de la historia hemos aprendido que al final esas justificaciones no han sido más que racionalizaciones de arbitrariedades que buscaban mantener el poder o los privilegios para unos cuantos, apoyándose en la desinformación y la ignorancia. Lo difícil es darnos cuenta de que hoy nosotros somos víctimas de una arbitrariedad similar, pues la cuestión ya ni si quiera es si estás o no contagiado, la cuestión es que si eres mexicano no puedes estar aquí. Los retos al respecto son varios pero no están limitados a denunciar y a enfrentar juntos como país esta injusticia. Creo que también es momento de reflexionar sobre las injusticias que nosotros mismos vivimos y promovemos dentro de nuestro país, incluso ante esta misma situación. ¿Por qué nos sorprende el trato de los chinos a los mexicanos si aquí en Acapulco recibieron a pedradas a varios automóviles provenientes del D.F.?
Sin duda, como expresa el dicho popular, “no hay mal que por bien no venga.” El recuento de los daños está por empezar, desde la tragedia de las personas que perdieron la vida por la enfermedad hasta las consecuencias económicas por los cierres adoptados para evitar la propagación del virus. Lo importante es levantarnos con entusiasmo renovado de esta situación, reconociendo los aciertos de nuestras autoridades, agradeciendo el trabajo generoso del personal médico, valorando el comportamiento cívico y responsable de la ciudadanía, y sobre todo demostrar con nuestro compromiso cotidiano, en cada cosa que hacemos, que somos un país de vida y esperanza, que ante las adversidades demostramos nuestro carácter amable y solidario, capaz de salir fortalecidos de cualquier adversidad.
3 comentarios:
me gustó tu reflexión Luis. Sólo que recuerdo una clase en la universidad, donde nos dijeron que la discriminación (en el sentido amplio) también forma parte de nuestra naturaleza. Suena feo, es feo, pero lo creo un poco. Esas "racionalizaciones" de su (o nuestra) conducta discriminatoria, tiene muchas veces un fuerte arraigo en nuestras mentes. Por eso se convierte en justificación.
En fin... te sugiero que le eches un ojo a la siguiente reflexión. La hizo mi querida directora del departamento de comunicación de la ibero. Un saludo el link es: http://www.elpais.com/articulo/opinion/hay/suficientes/muertos/elpepuopi/20090511elpepuopi_1/Tes
já! no se puso como link... si quieres busca en la página de el país la nota: "cuando no hay suficientes muertos" de gabriela warkentin
Carlitos,
Gracias por tomarte el tiempo para hacer estos comentarios y por la recomendación de la nota de Gabriela Warkentin, a quien escucho a menudo con León Krauze.
Yo creo que hablamos de dos acepciones distintas, por un lado la discriminación como una habilidad para hacer distinciones, desde las más elementales, grande vs pequeño, hasta las más esenciales, yo no soy tú. Sin embargo, la disciminación de la que hablo en mi reflexión es la que oprime, la que radicaliza la diferencia y no me deja ver al ser humano que hay en el otro, la que está movida por el miedo y la ignorancia, la que hace distinciones no para valorarlas sino para destruirlas.
Creo que por lo menos a nivel personal yo elijo no hacer parte de mi naturaleza ese tipo de discriminación, y si lo fuera, elijo trascenderla.
Un abrazo,
Luis Gerardo
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