Por Joel Sánchez Bermúdez (alumno del curso Formación Humana y Compromiso Social)
La última mitad del siglo pasado y los primeros años de éste han estado llenos de vertiginosos cambios, el hombre ha pasado de saber algunos datos sobre el sistema solar, a comprender la verdadera dimensión del universo mismo, hemos pasado de los telégrafos a los celulares, los satélites y el Internet, el mundo se encuentra envuelto en las grandes economías de mercado, tenemos aviones y naves que surcan los cielos y el océano en tan solo unos instantes, de tal forma que conforme más tecnología tenemos más parece que el hombre domina y tiene el control sobre el mundo que le rodea ¿No suena esto fascinante?, es decir, estamos en una era en donde las posibilidades se vuelven prácticamente ilimitadas, los seres humanos por primera vez comprendemos lo que ocurre con la naturaleza, tenemos los medios para entender los sucesos que nos rodean y podemos pensar en un futuro alentador.
Pero ¿es verdadera esta aseveración? Comencemos de nuevo, la última mitad del siglo ha estado llena de vertiginosos cambios, alentados por la avaricia, el coraje, la xenofobia y todos aquellos nuevos pretextos que el hombre ha inventado con la finalidad de exaltar la falta de respeto, tolerancia, amor y empatía, hemos pasado de las armas de municiones y la pólvora, a las enormes plataformas de lanzamiento de cohetes, a las armas nucleares y biológicas, capaces de matar, mutilar o deformar a miles de seres humanos en tan solo unos instantes; el planeta ha sufrido cambios en el clima, flora y fauna; las especies parecen estar al borde de la extinción y la avaricia por los recursos naturales ha permitido que las violaciones a los derechos humanos y las guerras incrementen.
Y es precisamente en este punto donde quisiera preguntar: ¿cuál de las dos visiones prevalece, la admiración por nuestro progreso, por la ciencia y su capacidad para permitirnos entender el mundo, o la decepción sobre el uso que le hemos dado? Comencemos de nuevo.
La libertad de acuerdo con Sartre es una condena de la cual el hombre no puede escapar, incluso bajo las diversas formas de esclavismo que hemos perpetrado a lo largo de la historia, el hombre es libre por naturaleza, tenemos la capacidad de pensar, actuar y decidir que hacer con nuestra vida en todo momento, así que estamos determinados a vivir con las consecuencias de la misma; y bajo esta premisa es que el hombre ha sido capaz de realizar los avances tecnológicos y científicos que han definido nuestra época; sin embargo, también es bajo esta premisa que el hombre ha evadido la responsabilidad de los mismos, llevando a la humanidad a la que sin duda es la más grande de las encrucijadas a las que se ha enfrentado, y es que si bien es cierto que en este momento de la historia tenemos la capacidad de entender el mundo más que en ningún otro, también es cierto que hemos olvidado un poco los motivos por los cuales intentamos entenderlo. Tal parece que ese sentimiento de asombro y admiración que nos brinda el conocimiento mismo se ha visto reemplazado por el consumismo y facilidades que nos brinda la tecnología, es decir, mientras más fácil, y sencilla se vuelva nuestra vida, más y mejor será aceptado el conocimiento. Vivimos en una época en la que a cada instante recibimos información y a la vez parece que a cada instante nos sumergimos más en un acto medieval de salvajismo, haciéndonos perder la conciencia propia y actuar por imitación.
Sólo basta detenerse un instante y ver como si no usas tal o cual celular, computadora, traje o zapatos, no encajas en un determinado modelo, no importa si esto te gusta o te es útil, lo que importa es pertenecer a la masa, abandonar tu conciencia y enredarte en el estilo que alguien ha determinado es mejor, pero ésta no es la más grave de las consecuencias de la falta de responsabilidad por la libertad que enfrenta el hombre, pues cada día los índices por xenofobia, intolerancia religiosa o simple odio cobran las vidas de miles de personas a lo largo del planeta, y es que por instantes parece que el hombre a olvidado el verdadero valor de la vida humana, volviendo a sus semejantes simples estadísticas, números o seres a los que hay que vencer y pisotear como si se tratase de uno de los videojuegos de moda.
Y qué decir del planeta en que por primera vez en la historia podemos atisbar los glaciares y el desierto al mismo tiempo, o las sabanas y los grandes volcanes, y no somos capaces de asombrarnos, de sentir la magnificencia de la naturaleza, por el contrario simplemente utilizamos los recursos a nuestras anchas, deforestamos, consumimos, invadimos, cazamos, y deterioramos, parece que mientras más comodidades tenemos más olvidamos de donde provienen los recursos y de nuestra responsabilidad para mantenerlos.
Somos la única especie en este planeta con la capacidad de entender lo que pasa, que podemos ver la cielo y comprender a las estrellas, tenemos la capacidad de asombrarnos y buscar respuestas sobre nuestro destino. Entonces no olvidemos la responsabilidad que se nos ha conferido, no olvidemos que este planeta a pesar de ser tan diminuto comparado con el cosmos que nos rodea es el único lugar que tenemos, no olvidemos que cada uno de nosotros es importante, pues el valor de las ideas que llevamos con nosotros puede cambiar y enriquecer nuestra cultura, y lo más importante no olvidemos nuestra responsabilidad como seres humanos, no permitamos que nuestros placeres sustituyan esa sensación de espiritualidad y asombro que nos brindan cada una de las cosas que nos rodean.
Tenemos en nuestras manos la oportunidad de trascender al tiempo, de vencer las debilidades que nos aquejan, somos capaces de derrotar la superchería y fanatismo que nos invaden, de recuperar el amor por nuestra propia especie y de buscar un nuevo comienzo.
“Somos viajeros sin rumbo, es parte de nuestra naturaleza volver al lugar de origen después de un largo trayecto, pero mientras estemos en el trayecto hay que vivir la vida como el sol vive la suya… dando vida, calor y luz a las cosas, dándonos cuenta de la aventura de vivir cada día…”
Superando.