18 de agosto de 2008

La voz de la Tierra en China

Creo que hay pocos eventos en los que podamos sentir vibrando al planeta entero como durante las Olimpiadas. Un evento que inició mostrando de manera extraordinaria la disciplina y la fuerza del enorme dragón que es la China en el mundo contemporáneo. Es cierto que China todavía tiene temas pendientes frente a la comunidad internacional como la independencia del Tibet, el respeto a los derechos humanos o sus profundas desigualdades sociales. Sin embargo, en esta fiesta de la humanidad han mostrado más sus virtudes que sus defectos, desde lo logístico hasta lo deportivo.

Más allá de lo anterior, lo que ha brillado han sido los atletas. Historias como la de Michael Phelps y sus ocho medallas de oro, la velocidad de relámpago de Usain Bolt, los vuelos de record de Yelena Isinbayeva, la jerarquía de Rafael Nadal, entre muchos otros que nos han emocionado al mostrarnos que el ser humano puede siempre alcanzar cumbres más altas si su voluntad está alineada a sus sueños.

Antes de que sigas leyendo quisiera que respondieras a esta pregunta: ¿cómo consideras que ha sido la actuación de tus compatriotas en las Olimpiadas? En el caso de México, mi percepción es que no pocos piensan que ha sido decepcionante. Creo que lo justo es ver más allá del medallero para descubrir, en muchas de estas historias, ejemplos de verdadera entrega y pasión. Confieso que he sufrido la participación de muchos de nuestros compatriotas, no tanto porque lo hayan hecho mal sino porque me es fácil ilusionarme de más, probablemente por no conocer las posibilidades reales en la competencia o por confiar demasiado en los comentaristas deportivos. Sin embargo, no podemos dejar de ver que también hemos tenido participaciones para agradecer y destacar, entre ellas las medallas de oro de Guillermo Pérez y de María del Rosario Espinoza en taekwondo, la medalla de bronce de Paola Espinosa y Tatiana Ortiz en los clavados sincronizados, la excelente participación de los arqueros Juan René Serrano y Mariana Avitia, la superación acuática de Susana Escobar, el esfuerzo de Laura Sánchez y la seguridad de Yael Castillo en el trampolín de tres metros, la participación callada y exitosa de Bernardette Pujals Cavalle y su caballo Vincent, entre otros.

Leyendo algunos comentarios a noticias sobre los resultados de los mexicanos en Beijing encuentro amargura y desilusión. En algunos casos creo que es un llamado a no conformarnos, a buscar estar entre los grandes, a creer que tenemos derecho a tener éxito e intentarlo. No obstante, también están los eternos críticos e inconformes, incapaces de reconocer que el estar en los juegos olímpiocs es de entrada un logro, que muchos de los que han quedado entre los 20 o 10 mejores del mundo lo han conseguido sin tener los reflectores y los apoyos oficiales encima, demostrando en esa sencillez que el trabajo duro, la preparación y el amor por lo que se hace, siguen siendo suficientes para realizar sueños. Yo le agradezco a todos ellos que llegaron a la competencia, sin presumir sus logros, sin inflar sus posibilidades y sin menospreciar a sus contrincantes, simplemente creyendo que sus esperanzas podían ser realidad y buscando dar lo mejor de ellos mismos.

¿Quiénes somos nosotros sentados cómodamente frente a la televisión para juzgar su desempeño? Creo que lo importante sería aprender de nosotros mismos al vernos reflejados en nuestros atletas. Tal vez no nos gustará descubrir que aquello que criticamos en ellos es más bien una proyección de nuestra propia manera de enfrentar los retos que nos presenta la vida en nuestras relaciones, nuestros estudios, nuestra vida laboral o nuestro propio crecimiento como personas. ¿Qué tanto crees que puedes ser mejor? ¿Qué tan capaz eres de alcanzar el más grande de tus sueños? ¿Qué tanto te esfuerzas cotidianamente por entregar auténticamente lo mejor de ti mismo? Si hoy fuera la final de tu vida, ¿qué medalla ganarías?

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