Voces de la Tierra pretende ser un espacio para construir la esperanza compartiendo reflexiones y testimonios de aquellos que con sus esfuerzos cotidianos contribuyen a gestar un mundo más justo y humano. Sin embargo, en ocasiones esas voces tienen que ser voces de denuncia, ayudándonos a no perder de vista que hay lugares en los que la Tierra grita pidiendo justicia y paz. Es por esto que comparto con ustedes un escrito enviado por un jesuita que trabaja en la sierra Tarahumara, en el que expresa sus sentimientos con respecto a la matanza ocurrida en la ciudad de Creel hace algunos días, en la que trece adultos y un bebé fueron asesinados por un comando armado (http://www.lasnoticiasmexico.com/172879.html).
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Gracias otra vez por tu correo, por tu solidaridad y disponibilidad. No te pude contestar ayer mismo porque la vi ya muy noche, pero igual me llenó de consuelo y me hizo pensar. Como te decía, creo que en este momento el cariño y la presencia de quienes nos quieren es lo único que nos puede mantener con esperanza.
He traído tus preguntas toda la noche; en realidad no hemos pensado nada más amplio. Créeme que yo al menos me siento totalmente aturdido y muy impotente ante toda la monstruosidad que está detrás de esto. Lo poquito que hemos intentado hacer nosotros es tratar de que no cundan la histeria y la desesperación entre la gente del pueblo, pues ya te imaginarás que en este momento todo son rumores, valentonadas, desconfianza y amenazas que no sabes de dónde vienen o si son ciertas (se habla de una lista hasta de 80 personas más en la mira, pero nadie la ha visto o de que los asesinos van a volver en 20 días), y decisiones de pánico o de rabia. Se habla de ajustes de cuentas entre los grupos de Sinaloa y Chihuahua; pero se dice que los de la Línea (cárteles de Chihuahua) se deslindaron de la matanza en un comunicado; por lo mismo se habla ya de una fuerza que está por encima de ellos, y de que en el fondo pudiera tratarse de grupos paramilitares, lo cual sería todavía más terrible... pero en realidad nadie sabe nada, todo son rumores y especulaciones.
El hecho es que la gente —directamente afectada o no— está terriblemente golpeada y angustiada. Yo siento que las cosas están cada vez más confusas y que ante tanta irracionalidad sentimos que puede ser y suceder cualquier cosa y que no hay modo de preverla o de contrarrestarla; por supuesto que el ejército y la policía no van a ser quienes nos defiendan y solucionen la situación. Y por supuesto, para complicar más las cosas, mucha gente reconoce que algunos de los chavos asesinados estaban en el negocio, lo cual complica más las relaciones internas en el pueblo.
Por otro lado es real que en la sierra se fue dejando crecer la presencia del narco, especialmente la siembra, pero ahora también el consumo. Realmente estamos invadidos y ya es algo enraizado en la vida ordinaria —a ratos visto como inocuo, como una forma de ganarse la vida— pero por primera vez aparecieron todas las consecuencias de poder y violencia que tiene. Créeme que nunca había sentido tan de cerca y tan brutalmente lo que es el poder del maligno.
Por otro lado sientes rabia ante las reuniones y declaraciones del gobierno, ante el silencio cómplice y la discriminación social que hay incluso en esto. Me dio mucha rabia oír la reunión cumbre de seguridad en que sólo se habló de los secuestros y del niño Martí; desde luego que es una cosa terrible pero con ello han ocultado las ejecuciones, los cientos de muertos que ha habido entre la gente pobre y basta que se diga que fue un ajuste de cuentas para que ni siquiera se hagan las investigaciones más elementales.
No sé, no se me ocurre cómo poder hacer presente esto a la sociedad. No es ya el gobierno el que nos puede defender y quizá ni siquiera son acciones puntuales en este momento sino un replanteamiento muy radical de nuestra sociedad, de nuestros intereses y formas de relación. A ratos sí se te ocurre pensar que de veras en nuestra sociedad Dios ha muerto y con El la misericordia, la libertad y la esperanza...
Por otro lado también es impresionante el silencio social alrededor de estos problemas. ¿Qué universidad o qué instancia social importante se ha pronunciado ante todas estas ejecuciones que hemos padecido?
Quizá tu pregunta y tu propuesta de qué se puede hacer desde lejos nos abre una pista para —por lo menos— romper la complicidad del silencio. La Tarahumara ha sido por 400 años una casa y un lugar de vida para los Jesuitas de México, no es posible que nos callemos ante su sufrimiento y su destrucción.
Mensaje enviado a Jorge Ibañez-Cornejo por Pedro J. de Velasco R. S.J.
26 de agosto de 2008
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